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Minga 2004

ÑUCANCHIC PACHAMAMA (NUESTRA MADRE TIERRA)

 

Desde cuando el Dios alfarero sopló el muñeco para que el hombre resollara, desde que el hombre olvidó una mirada sobre la greda que endurece al sol guardó un poco de agua, desde que los dos se atrevieron a medir una parcela de entidad tal vez podría pensar que la historia del trabajo en barro sería la historia de la conciencia del hombre

 

De allí venimos, Madre es la tierra.

Del barro venimos y al barro volveremos,

Esta es nuestra vasija final

Esta es cazuela de comer y beber

Esta la única funeraria.

Esta es, hermanos nuestra tierra ancha,

Donde nada se detiene, donde todo pasa,

Y el viento no duerme y anda el horizonte,
Vivimos en toldos. Cuando el campo cambia,

Cambiamos de toldos. Así es nuestra vida.

Esta es hermanos nuestra tierra pampa,

No es tierra estrecha, La tierra es bien ancha.

Por mucho que quieran nos alcanza a todos.

 

A la escalera del tiempo Wiracocha le agregó los colores

y a cada color lo bautizó con gotas de escarcha purificada,

que brotaban de su paciente y tierna mirada:

 

El amarillo es el sur, pacífico lugar de abundancia y prosperidad

 

El blanco es el norte, lugar de donde viene la muerte a hombres y mujeres

 

El rojo como el oriente donde nace el sol, donde nace la vida

 

El negro es el poniente, donde se pone, donde se oculta, muere el sol acaba la jornada, acaba una época, la existencia, el camino.

 

Vestuario:

El sombrero simboliza el ancho cielo que navega en el pensamiento del hombre, la mantilla que cubre nuestra cabeza simboliza el color de la tierra, el poncho o peto es la luz del sol que acaricia nuestros hombros y cobija nuestro corazón llenándolo de sabiduría, la camisa de color azul es el símbolo de la grandeza del invierno, el pantalón es su forma es la grandeza de la naturaleza y representa el trigo, la whipala es la unidad de la raza indoamericana, las cotizas son el símbolo de la piel que ayuda al integrante a palpar y acariciar la tierra con ternura para danzar sobre ella.

 

 Homenaje a Juan Martín Rodríguez Hernández

Texto: Arnulfo Pedreros Narváez

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