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Minga 2023
URAMBA RUTAS DE LIBERTAD
Alegres ritmos de odio y ternura
verán la muerte y su renacer,
cuando en las selvas cantan los gallos
el sol anuncia un amanecer.
Trágico augurio trae la muerte
pero con ella vienen después,
las alegrías de un nuevo tiempo
que entre tambores verán nacer.
(Vida y muerte en el litoral, Juan Guillermo Rúa)
Con la perdida de las nobles almas, la sangre derramada, el sudor de sus cuerpos y la muerte de quienes lucharon y se unieron como todo un bravo pueblo en busca de la dignidad, dejamos atrás esa sobria imagen de crueldad y destierro, esa imagen donde los eslabones y abrazaderas de hierro carcomían la piel, oxidaban la sangre, aserraban los huesos y destruían su valor. La vida. Así damos comienzo a esta nueva minga que a partir de la historia, sus tradiciones, sus luchas y sus problemáticas, celebran y buscan esos espacios de libertad, de paz y de bienestar para el nuevo futuro que vendrá para ellas, nuestras comunidades afrocolombianas del pacífico sur.
Esta es la historia de Pachin Cundumí, el hijo menor de una familia llena de sueños, llena de esperanza y llena de amor, a quienes la vida les puso la pesada carga de vivir en ese litoral recóndito donde el desconocimiento de la importancia que tiene esta región hizo que el alzara su voz.
“El que está llorando hay que dejarlo llorar y el que está gimiendo hay que dejarlo gemir, porque todo el que nace es para morir”
Entre Alabaos, Arrullos y Gualies, su hermana Ruth Cundumí, despedía en un velorio típico de las comunidades afrocolombianas a la muerte, al hambre y a la soledad, un ritual que demuestra su solidaridad durante nueve días y nueve noches para despedir el cuerpo pero no su alma, porque con ella van llegando las imágenes de la parranda, del baile y de la música que los guían a encontrar la sanación. Es aquí donde la marimba, el cununo, el bombo y el guasá, se encargan de darles el toque festivo a sus rituales, celebraciones y tradiciones.
Cuenta su hermano Cosme Cundumí, que los sacerdotes secuestraban y quemaban de estos instrumentos que sonaban a su paso, por ser según ellos instrumentos del diablo, incitadores de la sensualidad y el goce carnal, así como lo hizo el padre Larrea, quien en 1734 ordeno amontar 30 marimbas y las hizo quemar todas en Barbacoas.
“Cuando vino el padre Mera, de todo nos predicó, que todo pecado perdona, pero que el baile si no, a un hombre lo levanto, hincao en el confesionario, que fue porque le dijo, que había cantao con el diablo”
Por otro lado, papá Cundumí, un minero de excelencia, conocía ríos y mares como la palma de su mano, partía cada mañana a la puesta del sol y las noches eran fugaces que casi ni se sentían, Pachin, le ayudaba a lavar su batea, su galón y su totuma y así practicaba el barequeo, mientras su padre laminaba el oro y formaba esas delicadas joyas de filigrana semejantes a finos encajes que sin duda les daban de comer. Sin embargo, algunas noches toda la familia era testigo de cómo Pachin juntaba sin razón, las sobras de carbón que quedaban esparcidas por los pasos que daba su padre.
Mamá Cundumí, más conocida como Mamá Tere, es una partera y una gran curandera conocedora de las plantas, fue ella quien desde su labor enseño a Pachin Cundumí de la sensibilidad del mundo a través de un alumbramiento, pues él, ha sido testigo de cómo su madre ha recibido a cientos de bebes en toda su vida y ha curado a miles de personas de esas enfermedades tropicales que muy pocos conocen, aportando al desarrollo de una particular dinámica productiva, la azotea o barbacoa, que consiste en una estructura elevada ya sea un emparrillado o parte de una canoa, donde se cultivan las plantas medicinales, hierbas aromáticas y condimentos utilizados para sus labores.
En aquel pueblo de los nadies de los dueños de nada, las prácticas y sus trabajos se tornaron rutinarios por los quehaceres diarios que conlleva la vida, en ese contexto, Pachin Cundumí se reunía con las niñas y niños del lugar para jugar con baserolas y el carbón molido que juntaba en la semana, a separar las semillas y sembrar de estas mismas, convocando a todos durante algunas semanas a cuidar de aquellas nuevas vidas.
Al pasar un tiempo, Pachin y los demás niños invitan a sus padres, mayores y sabedores a que conozcan el sitio donde crecía un gran árbol de ciruelo, ellos muy prestos a la ayuda, comprendían los beneficios que tenía el juego de los menores para la comunidad, reconocieron entonces los principios comunitarios que generaba este espacio y se transformó en un campo de trabajo en equipo, permitiendo que aprovecharan la juntanza para valorar sus saberes, el agua y la naturaleza.
Había siempre que hacer algo practicó. Sin embargo, siempre surgía un espacio de interacción y juego, en el cual se evocaba la frase “Una pintica por favor”. A partir de entonces, año tras año transitamos con ese espíritu de libertad donde el juego se asume como símbolo de emancipación, por un periodo corto de tiempo, la sociedad entra en el “mundo al revés” y los niños y niñas salen a las calles a bailar, a tocar sus músicas y a pintar de negro las paredes, las calles y a todo aquel que ven pasar.
“Nunca comprendieron que nosotros éramos libres y que las estrellas también son negras”.
Fue así que las comunidades afrocolombianas con la ejemplificación de la juntanza, emprendieron la ruta a su dignidad, ondeando banderas y coreando cantos de esperanza, han ido tejiendo su participación y construyendo de estas rutas, rutas llenas de historia que reclaman, rutas que cantan y que bailan, rutas exigiendo reconocimiento, rutas que convocan y rutas donde todos somos uno solo; “porque no importa si somos descendientes de indígenas, negros o blancos, o de todos ellos a la vez”, todos estamos aquí unidos como mingueros por la vida para conservar, aportar y no olvidar el pedir “ Una pintica por favor”
A una sola voz.
URAMBA
Rutas de Libertad
Minga 2023
Fundación Cultural Indoamericanto
La Gran Minga Por La Vida
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